Cómo lidiar con la burocracia y no morir en el intento...
Por cuestiones ajenas a mi entendimiento, que por cierto es limitado, mi madre decidió "ayudar" a un conocido suyo, comprando la "póliza" de seguros de gastos médicos menores de Médica VRIM...
Los consultorios, ubicados en el World Trade Center, están "decorados" con al intención de provocar en el cliente alguna especie de confianza o tranquilidad, sin embargo al llegar por primera vez hace 4 años me hicieron sentir el látigo del Seguro Social -o lo más cercano a ello en mi reitero, criterio pequeño burgués-.
Sobra decir que ni siquiera huelen bien y que da la impresión de que carecen siquiera de empleados de intendencia. Ni hablar, me dije en aquella ocasión, no te dejes guiar por el instinto, los médicos tienen cédula y consultorios, vienen aquí como parte de una "labor social" o un alto compromiso con la salud del mexicano clase mediero, ja!
Hace más o menos dos meses, fui por cuarta ocasión a una revisión ginecológica, y debido a que había olvidado mi credencial, hube de desembolsar la copiosa cantidad de un mil pesitos, mismos de los cuales se comprometieron a reembolsar la mitad a condición de llevar mi credencial vigente...
Siendo así las cosas, pagué de conformidad y me fue entregado un recibo por quinientos morlacos. Pasaron cuatro semanas cuando por fin pude volver a ese tugurio que Hipócrates jamás hubiera frecuentado, y me apersoné en el piso 12, en las "oficinas corporativas" en dónde fui recibida por un personaje salido de la imaginación de Jorge Ortíz de Pinedo.
Una mujer "rubia" -y por rubia en la Ciudad de México debe sobreentenderse que las cortinas no combinan con la alfombra- echa una ojeada al recibo, sin voltear la mirada y casi lanzándome el recibo me dice:
-"Tenías cinco días para tramitar el reembolso"
Híjole mano, y que me encabrono.
-"Pero... ¿dónde dice que tenía cinco días?
- Te lo tuvieron que haber dicho allá arriba (refiriéndose al local de consultorios en el décimo séptimo piso).
- No pues... no me lo dijeron.
- Pues tenías cinco días.
- Señorita, entienda que no veo por qué se niega a hacerme mi reembolso, si en ninguna parte de este recibo viene impreso que cuente yo con cinco días para tramitar el reembolso, o a lo mejor si me lo señala en el documento, me callo y me voy, tal vez no lo he leído con detenimiento.
- Es que tienes cinco días, y ya.
- Sí, por eso, pero dígame dónde lo dice.
- Tienes cinco días.
- ¡VERGA! Si no soy sorda, ni tampoco estoy pendeja, y me lo podrás repetir un millón de veces, pero no por eso tiene lógica... ¿Entiendes que no hace ningún sentido en mi cabeza, por más que me lo repitas? (Obviamente a estas alturas yo no hablaba "fuerte" sino que gritaba a todo pulmón)"
MUTIS
La mujer, a quién el tono le subía y le bajaba del rostro, golpeaba con sus desproporcionadas y vulgares uñas de acrílico una carpeta sobre su escritorio
- "¿Entonces qué hago? le pregunté
- Pues si quieres sube y pídele a la chava que te atendió que ella te dé tu dinero.
- O.k. pero ¿no me van a traer como pendeja de un piso a otro? Te estoy hablando, y en español, si subo al piso diecisiete y me dicen que tengo que volver a bajar, voy a venir nada más a darte una cachetada, ¿me explico?
MUTIS, golpeteo de uñas de acrílico, colores en la cara, mutis, continúo:
- Por que tengo que bajar a la recepción, cambiar mi credencial, usar otros elevadores y no lo voy a hacer dos veces más que para venir a cachetearte, ¿me estás entiendo o ya se te olvidó el español?"
La cabrona no me contestó, por lo que recogí el recibo de la mesa, y salí enfurecida a peregrinar. Cuando llegué a mi segundo destino, me presenté más calmada por la caminata y con el único objetivo de conseguir a toda costa mi dinero; así que con una sonrisa y amabilidad fingidas le extiendo mi recibo a una de las tres empleadas que estaban detrás del mostrador:
- "Deseo tramitar un reembolso.
- Este no es el piso.
- Estoy consciente de eso -perdiendo la paciencia pero no el objetivo- pero en el piso doce me comenta su compañera que no me pueden devolver mi dinero, por que según ella contaba con cinco días para hacerlo. Me dijo que viniera con Ustedes: ¿Me devuelven mi dinero por favor?
- ¡Ah! Sí, ya me acordé de tí, veniste hace como un mes, ¿no? Y no traías tu credencial... pero te dijimos que tenías cinco días. No te puedo regresar tu dinero.
Habiendo perdido nuevamente el control rebatí:
- Pues yo no pienso irme de aquí hasta que no me devuelvan mi dinero, me vale verga si tengo que acampar, váyanse haciendo a la idea, porque no veo que en ninguna parte el recibo tenga impresa esa condición. Además tampoco creo que hayan hecho su chamba, porque nadie me habló al quinto día para recordarme que me iban a chingar quinientos pesos, y encima de todo yo no entiendo por qué mierdas cuidan ese dinero ¡como si fuera de Ustedes! ¿o qué? ¿te los vas a quedar tú?
- Déjame checar con la contadora, dame tu credencial.
- Vaya, parece que ya nos vamos entendiendo."
Tomo asiento, y en menos de dos minutos sale la recepcionista/ enfermera/ archivista/ telefonista/ tarotista:
- "La contadora, en un tono algo subido y muy solemne, ya autorizó (esto sí con un tono grandilocuente y casi solemne) tu reembolso... pero necesito una copia de tu credencial.
- Por mí quédatela, no la pienso volver a usar.
- No me la puedo quedar, es tuya y además todavía no vence.
- Sí, por eso, ya no la pienso volver a usar, si quieres engrápala al recibo y háganle lo que quieran.
Sinceramente no sé no siquiera por qué he venido cuatro veces, ni siquiera me consta que sus médicos estén titulados y la verdad este congal me da más la impresión de una falsa empresa para lavar dinero que un consultorio médico.
- Es que no me la puedo quedar, ainterpeló algo incómoda.
- Bueno, pues sácale la copia pues.
- No tenemos copiadora, tienes que bajar al Lobby y sacarle la copia.
- ¡Verga! ¿No mamen, no tienen copiadora? ¡Dame papel carbón y te la calco, mujer! Yo no voy a bajar...
- Tampoco tenemos papel carbón... me contestó, notablemente avergonzada.
- Mmmmmta, a ver si entiendo bien: ¿quieres que yo, baje al Lobby, busque el centro de copiado, saque una copia de mi credencial, que no me quiero quedar, y vuelva a subir con la copia en la mano? ¿No quieres ya que ando por allá, que te suba una coca, unos chocolates, o una revista? ¿Todo está bien patrona?"
Extiende la credencial, dirigiéndose a otra de las gatas narizonas que estaban ahí sentadotas:
-"Esther, acompáñala a que saque la copia.
- ¡Órale!, dije sorprendida, no tienes copiadora pero si "coordinas" gente acá, eres bieeeeen importante."
Salgo escoltada por Esther, mujer madura de complexión por demás robusta quién además de "acompañarme a por la copia" cual bouncer de Pericoapa, tenía secuestrados a dos millones de vellos entre su piel y una media color ala de mosca (los bigotes si estaban en libertad, lo mismo que los vellos entre ambas cejas y las patillas de caudillo de la revolución mexicana), y una vez dentro del elevador me atreví a dirigirle la palabra a mi custodia:
- "Me imagino que también tengo que pagar la copia.
- No, contesta Esther en tono de perdona vidas, esa la pagamos nosotros.
- No, pues muchas gracias por ahorrarme un peso, qué generosos."